22/07/09

Dal Perù un interessante articolo sulla "Metapolitica"

¿Qué es y qué valor tiene la Metapolítica?

di Nureddin Cueva García (Lima, Perù)

De un tiempo a esta parte, se deja oir cada vez más -por corta que sea aún su difusión, y que por fuerza incluso deba serlo- una palabra en el lenguaje de ciertas discusiones en la esfera del pensamiento sobre la política en nuestro país: ‘metapolítica’.

Las presentes notas pretenden echar algunas luces, si acaso, en torno a este término, a fin de comprenderlo y evaluar su función y posibilidades en la intelección de la política en general.

Partamos de un uso corriente, tal como lo explicita un intelectual partícipe del pensamiento guenoniano -pensamiento conocido también por su auto-referencia como ‘tradicionalista’ o su descripción, también, como perennialista-, a saber, Sergio Fritz Roa.

En la reseña que nos ofrece a la obra de un metapolítico contemporáneo, Primo Siena, Frizt Roa señala:

“Digamos que la metapolítica es la política guiada por principios de orden tradicional, es decir no humanos; o si se quiere, la aplicación de la metafísica en el orden político. La criptopolítica es el mundo de la baja política, la que se encuentra alejada de una orientación divina, por ser dirigida por intereses individuales o tribales (pero siempre egoístas) y materializada en el actuar más bien comercial y efectista que uno ordenado y abnegado. Insistimos que la clasificación no es pueril, y, a diferencia de lo que algunos creen, el uso de la voz metapolítica sí tiene un sentido y por tanto obedece a una necesidad. ¡Y esto no solo por la urgencia de usar otro término cuando la política se ha desgastado y se ha hecho sinónimo de corrupción, lo cual ya sería buen motivo para mirar otros horizontes semánticos!; sino que ante todo por la misma lógica del término. Se trata, entonces, de algo más que política, entendida ésta como la ciencia o arte de la organización de la ciudad. Es ir a los principios fundadores y rectores del orden divino que necesariamente han de plasmarse en la realidad del mundo cívico.

Una tal diferenciación conceptual (entre política y metapolítica) ciertamente no tiene sentido en las comunidades tradicionales, donde todo se rige y articula de acuerdo a un plan de Dios y se expresa en un grupo de seres cualificados para interpretar dicho designio. No, por supuesto que en el mundo tradicional hablar de una política y una metapolítica es ocioso e ineficaz. Pero, en el mundo actual, donde la creencia en un orden divino ha perdido toda fuerza, y ello no solo a nivel de “las masas” sino que en la supuesta “elite”, ciertamente que sí tiene un valor preciso.” [El subrayado es nuestro]

Es cierto que, con estas palabras, entramos ya en una de las concepciones de la metapolítica, entre otras que también se han producido. Pero valga el señalamiento conciso de este modo de enterderla, a fin de ir percibiendo el horizonte que la discusión misma acerca de la utilidad, validez, fundamentabilidad o practicidad de una metapolítica pueda tener en el pensamiento sobre la política.

Para captar algo más de la problemática del concepto de la metapolítica, nos servirán las reflexiones de Alberto Buela en su artículo precisamente denominado ¿qué es metapolítica?.

“(…) la metapolítica en una primera acepción [de la mano de la Nueva Derecha] significa la tarea de desmitificación de la cultura dominante cuya consecuencia natural es quitarle sustento al poder político, para finalmente reemplazarlo, y para esto último hay que hacer política.

Y acá surge la paradoja de la nouvelle droite, desde este punto de vista, y es que adoptando esta primera acepción ha querido desarrollar metapolítica sin política. Así lo afirma enfáticamente su fundador cuando sostiene: “Donde nosotros hemos siempre situado nuestra acción es sobre un plano metapolítico o transpolítico, a la vez cultural y teórico, y es ésta una vocación que no sabríamos cambiar”. Sobre este tema, el politólogo Marco Tarchi observa que la nouvelle droite no lleva a cabo ninguna acción política partidaria, pues considera que los partidos políticos han sido superados en poder e iniciativa por los mega aparatos massmediáticos y que, es allí en donde esta corriente de pensamiento intenta llevar adelante la disputa”.

Señala Buela una segunda acepción por la cual la metapolítica es un examen filosófico (ora hermenéutico ora filosófico-analítico) de los conceptos políticos.

Lo de ‘meta’, entonces, le vendría al ser una disciplina que procede desde una toma de distancia reflexiva a abordar los conceptos políticos, esto es, una suerte de metalenguaje respecto a un lenguaje-objeto. Si bien esta segunda acepción, en sus vertiente hermenéutica que no -al menos directamente (1) – en su vertiente analítico-filosófica pura puede llevar el signo de una crítica de los entendimientos, problemáticas y consensos en la política reflejados en el uso de sus términos, ciertamente se percibe que aquí estamos ante algo distinto a la metapolítica de la Nueva Derecha.

En tercer lugar, siguiendo la exposición de Buela, se halla la concepción ‘tradicionalista’ (guenonista y/o schuoniana y/o evolista, et alia) de la metapolítica, aquella que señalamos al inicio.

“Una tercera acepción de la metapolítica está dada por lo que se denomina tradicionalismo, corriente filosófica que se ocupa del estudio de un supuesto saber primordial común a todos las civilizaciones. Cabe distinguir este tradicionalismo que por definición es ahistórico, de la tradición de un pueblo particular como historia de valores a conservar.

El máximo representante de esta corriente, en este tema, es el italiano Silvano Panunzio quien en su obra Metapolítica: La Roma eterna e la nueva Gerusalemme (Roma, 1979) se ocupa detalladamente de los fundamentos de la metapolítica y su funcionalidad en nuestro tiempo.

Sin embargo, es su continuador el agudo pensador italo-chileno Primo Siena, quien mejor define esta significación de metapolítica cuando sostiene: “Trascendencia y metapolítica son conceptos correlativos, por ser la metapolítica veraz expresión de una ciencia no profana y más bien sagrada; ciencia que por lo tanto se eleva a la altura de arte regia y profética que penetra en el misterio escatológico de la historia entendido como proyecto providencial que abarca la vida de los hombres y de las naciones. Por consiguiente, la metapolítica expresa un proyecto que –por la mediación de los Cielos– los hombres rectos se esfuerzan de realizar en la tierra, oponiéndose a las fuerzas infernales que intentan resistirles” (De: P. Siena, “La metapolítica y el destino superior de nuestra América romántica”, Conferencia en III Encuentro Iberoamericano de Metapolítica, Viña del Mar, agosto de 1995, p. 2.)

Buela pasa a señalar su forma de entender la metapolítica, como una cuarta acepción propuesta, que sin embargo peca por ser más bien vaga, verdaderamente no definida, y, por ello mismo, no asible. Para él, la metapolítica debería ser la actividad filosófica, por un lado, para comprender el fundamento último no político de la política (pero cuál sea el dominio al menos de ese fundamento no último no se señala en absoluto) para, a renglón seguido, proponer actividad política.

Valga el presente escrito, sin embargo, no para dar cuenta de un mero ejercicio vacío de clasificaciones conceptuales, sino para dar cuenta a modo indiciario de la problemática de la búsqueda del fundamento de una política.

En efecto, la introducción del vocable metapolítica obedece a la insuficiencia y hasta la ilegimitidad del discurso de ‘las políticas’ o de los pensamientos políticos habituales a tales políticas y precisamente, ante tal insuficiencia, pretende dar un salto ‘más allá´a fin de volver a encontrar un terreno sólido desde el cual poder señalar con suficiencia o al menos con mayor legitimidad las orientaciones o al menos la percepción del campo de lo político.

Dicho esto, es de esperar -como de hecho ocurre- que haya discrepancias en cuanto al terreno del fundamento que se busca.

Buela, por ejemplo, señala ya que la concepción tradicionalista de la metapolítica más bien es propia de una teología política que de una reflexión filosófica de orden metafísico acerca de una metafísica de la política.

“En cuanto a la tercera acepción, la tradicionalista, creemos que la misma se vincula mucho más estrechamente, tanto por su saber iniciático y esotérico como por su propuesta paradigmática, a una teología política que a una disciplina reflexiva y exotérica como la metapolítica”.

De modo claramente controversial, Carlos Dufour, en su escrito “Aufhebung. El Fin de la Metapolítica“, señala:

“Los tradicionalistas sugieren con la palabra “Metapolítica” algo misterioso, algo cuyo sentido habría que descifrar mediante indagaciones especiales, algo tan problemático como la Metafísica, algo semejante a un “más allá” de la realidad política.

Así preguntan “¿qué es la Metapolítica?”, como si se tratara no de fijar el significado de una palabra sino de develar una esencia oculta (…)

El Prof. Primo Siena, saqueando expresiones de Julius Evola y mezclándolas con la Civitas Dei de San Agustín, nos dice en definitiva que la Metapolítica es una especie de “metafísica sacra” (mejor sería denominarla teología subrepcticia) que legitima la política, ya que la política por sí misma tiende a la criptopolítica, como la naturaleza caída, sin la gracia, tiende al pecado. O sea, un impetuoso recycling de la doctrina de las Dos Espadas: la teología como instancia de legitimación del poder político concreto”.

Los intelectuales y pensadores denominados tradicionalistas, en la medida claro en que sean rigurosamente adeptos del tradicionalismo, responderían con un contundente rechazo a esta crítica, señalando que, ante todo, no son ni les interesa en absoluto ser ni intelectuales ni pensadores, sino simplemente perceptores (pero perceptores mentales, al fin y al cabo) y, en la medida de su percepción, locutores de un saber sapiencial perennialista sacro que se eleva por encima del exoterismo (algo de nivel bajo, claro) de una teología, dependiente en definitiva de una Revelación concreta, siendo que ellos, por el contrario, con su saber de orden superior, esotérico, pueden trascender todas las teologías históricamente atestiguables sin depender en definitiva de ninguna en concreto por razones de principio.

¿Cuál es por ende la importancia de la metapolítica, a todo esto? La búsqueda de un terreno firme de crítica de lo que se da en denominar el pensamiento único, y la naturaleza de ese terreno firme.

Si la búsqueda se hace vía la filosofía racionalista, las soluciones podrían ser tan no tradicionalistas como la hermenéutica, la filosofía-analítica, el deconstruccionismo, o en general, por qué no, el amplio espectro de las corrientes y tendencias de la filosofía de hoy en día -incluyendo los intentos, problemáticos, de revitalizar una metafísica en clave puramente filosófica-.

Si la búsqueda se hace mediante la conexión con algo de orden Superior, al modo del intento del tradicionalismo y, parcialmente a la zaga del mismo, al menos en este aspecto, al modo del espectro de la Nueva Derecha, puede hacerse legítimamente una pregunta: ¿y cuál es el fundamento, en tanto que saber, de este pensamiento mismo, incluso aceptando para ello la amplitud del espectro del saber y del Logos más allá de los límites estrechos dibujados por la Ilustración y la modernidad?

En efecto, ¿por qué, en definitiva, recurrir al guenonismo-schuonismo-evolismo o pensamiento tradicionalista/perennialista?

Esto nos remite, claro, al estatus de ese ’saber’. Muy problemático. Y más bien, sin restar mérito a sus numerosos aportes, carente de base en sus asunciones fundamentales.

Contrariamente a su suposición universalista, el perennialismo o tradicionalismo no refleja fielmente el entendimiento de las tradiciones sagradas del mundo. Re-escribe a éstas y llama a la reescritura Tradición. Una hipóstasis no sólo históricamente harto contestable, sino, por sobre todo, contestada de hecho por las propias voces del saber espiritual máximo al interior de cada tradición sagrada.

Por otro lado, el perennialismo dice no hacer filosofía sino ‘metafísica’ entendida ésta no como las metafísicas racionalistas sino como una supra-filosofía que, procediendo no ya desde la razón limitada sino desde la intelección espiritual superior del espíritu mismo, contempla las ‘formas tradicionales’ (Islam, Cristianismo, Judaísmo, Hinduismo, Budismo, etc.) y detecta y explicita -de llegada- en palabras y giros de pensamiento la verdad común a todas ellas.

Dice por ende no ser filosofía, pero si bien la intelección referida es propia a una auténtica Gnosis, ciertamente los escritos del pensamiento tradicionalista no son Gnosis.

Sigue siendo su proceder, incontestablemente, un proceder surgido de las mentes. No es casual, en efecto, que las obras perennialistas de Guenon, Evola, Schuon, Burckhardt, Coomaraswamy y otros se recarguen de densas figuras y erudición y reflexiones analíticas, en definitiva, un marco y proceder teóricos compactos, propio sólo para ‘los aptos’.

Como lo expresa agudamente Jorge N. Ferrer, en su libro “Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal”:

“Lo que aquí quiero sugerir es que el núcleo común de la espiritualidad respaldado por la filosofía perenne no es el resultado de la investigación intercultural o del diálogo interreligioso, sino una inferencia deducida de la premisa de que existe una unidad trascendente de la realidad, un único Absoluto subyacente a la multiplicidad fenoménica y hacia el cual se en­caminan todas las tradiciones espirituales.

La evidencia que proporcionan los perennialistas para apoyar su idea de una meta común para todas las tradiciones espirituales es tan sorpren­dente como reveladora. Los perennialistas suelen afirmar que la unidad trascendente de todas las religiones sólo puede ser aprehendida intuitiva­mente y confirmada mediante un órgano o facultad conocida como el In­telecto (denominado también Ojo del Corazón u Ojo del Alma). Según los pensadores perennialistas, el Intelecto participa de la realidad Divina y, por lo tanto, al ser universal y no estar afectado por limitaciones históricas, es capaz de ver objetivamente las “cosas tal como realmente son” a través de la intuición metafísica directa (gnosis) (véase, por ejemplo, Cutsinger, 1997; Schuon, 1997; H. Smith, 1987, 1993). No cabe duda de que a los pe­rennialistas se les debería reconocer haber dado el atrevido y saludable paso de postular formas intuitivas de conocimiento que trascienden las es­tructuras ordinarias de la razón centrada en el sujeto y la razón comunica­tiva. Sin embargo, decir que este conocimiento intuitivo necesariamente revela una metafísica perennialista es una maniobra interesada que no pue­de escapar de su propia circularidad. Para ser genuinas, nos dicen, las in­tuiciones metafísicas han de ser universales. Y ello es así, nos aseguran, porque la universalidad es la marca distintiva de lo que es Verdad. En pa­labras de Schuon (1984a): «Ninguna escuela o persona tiene la exclusiva de las verdades [perennes] que acabamos de expresar; de ser así no serían verdades, pues éstas no se pueden inventar, sino que necesariamente han de ser conocidas en todas las civilizaciones tradicionales integrales» (pág. xxxiii). A esto añade: «La Inteligencia es o individual o universal; o razón o Intelecto» (pág. 152). Pero entonces, el discurso perennialista se reduce a decir que o tu intuición metafísica confirma la Verdad Primordial o es falsa, parcial o pertenece a un nivel inferior de percepción espiritual. La filosofía perenne, a través de su propia lógica circular, se ha hecho in­vulnerable a toda crítica (cf. Dean, 1984)”.

Ciertamente necesitamos ir mucho más allá del campo pobre y viciado de los consensos -traslapados o no- y los horizontes de los pensamientos políticos del pensamiento único y, más aún, del legado de la modernidad. En esto, en despertar esta conciencia, las obras de los perennialistas tienen una función muy importante.

Pero ir más allá es un esfuerzo decididamente espiritual, implica un compromiso definitivo y medular con una llamada al espíritu, y, si bien teóricamente el perennialismo no puede dejar de reconocer ello, su hipóstasis teórica universal (característica antes que de su perennialismo, de su ‘ismo’ intelectual), y su proceder metódico en su carácter conceptual, finalmente intelectual, presenta un grave problema de principio en orden a la consecución del fin que pretenden alcanzar.

Ferrer lo dice en estos términos:

“La atribución perennialista de un mayor poder explicativo o valor on­tológico a lo que es común entre las tradiciones religiosas es problemáti­ca. La naturaleza de este problema se puede ilustrar a través de la popular historia de la mujer que, al observar cómo su vecino entraba en un estado alterado de conciencia durante tres días consecutivos, primero con ron y agua, luego a través de una respiración rápida y agua, y por último con óxido nitroso y agua, llega a la conclusión de que la razón de su extraña conducta es la ingestión de agua. La moraleja de la historia es, por su­puesto, que lo esencial o más explicativo en una serie de fenómenos no es necesariamente lo más obviamente común a los mismos.

Además, incluso aunque pudiéramos hallar un substrato esencial a los diferentes tipos de conciencia mística (por ejemplo, la experiencia pura, la “talidad”, o “un sabor”), no necesariamente se ha de deducir que este fun­damento común tenga que ser la meta de todas las tradiciones, el objetivo más valioso espiritualmente, o el cénit de nuestros esfuerzos espirituales. Aunque sea posible hallar paralelismos entre las tradiciones religiosas, la clave del poder espiritualmente transformador de una tradición puede encontrarse en sus propias prácticas y visiones distintivas. A pesar de las li­mitaciones de la siguiente imagen, la agenda perennialista se podría com­parar al deseo de una persona que entra en una rústica panadería parisina y al ver la variedad de deliciosos croissants, baguettes y pastas de té, insiste en que quiere probar lo esencial y común a todos ellos, es decir, la harina”.

No es que digamos que el perennialismo produce un sincretismo religioso. Ciertamente Guenon escribió en contra del sincretismo.

El problema de fondo que presenta, sin embargo, es otro.

Para decirlo de modo bastante diáfano.

Si le preguntan a un tradicionalista: ¿en qué crees, a quién adoras?

Responderá: A Dios, claro, la Trinidad más allá de la creación, a Allah, Parabrahman, el Tao, verás, hay un Último referible diversamente, y de hecho hay referencias y conexiones al mismo en que no se ‘le’ o ‘lo’ adora precisamente, como en el budismo, formalmente ateo, por lo que ya ‘adorar’ es una vía bakhtika, devocional, mientras que a su vez, principialmente, existe otra vía alterna pero que llega a la misma ultimidad radical y es como la del advaita vedanta, contemplativa, o jgnana.

Ya. Es decir, no adora.

La relación con un símbolo, con un constructo teórico pluriforme, con una hipóstasis simbológico-conceptual, NO es una relación con Dios.

A tal ‘dios’ del perennialismo, cuando se le reza, no se le reza en verdad (bil haqq); cuando se le pide perdón, no se le pide perdón en verdad. Etc.

Pero, si miramos a los místicos o, por encima de ellos incluso, a los grandes maestros espirituales, por ejemplo, del Islam, nada podría estar más asombrosamente lejos de su entrega incondicional a Allah, glorificado y exaltado sea, que esta aproximación pretendidamente ‘tradicional’.

El tradicionalismo, en el fondo, no ha podido vencer la herencia de escepticismo que introdujo en el alma la modernidad a la que tanto dice combatir. Me aseguro pensando que todas las religiones son igualmente válidas, moral, doctrinal e incluso esotéricamente, ya que, claro, ¿cómo decir que una de ellas es la más sobresaliente y la Vía a seguir en vez de otras? (Valga la aclaración de que este problema del ismo perennialista, moderno al fin y al cabo a su pesar, se refiere a quien lo asuma enteramente, pues hay asimismo grados, en los casos particulares, en los que una simpatía o admiración por el perennialismo no llegan con todo a asumir las consecuencias mencionadas de asumirlo enteramente).

Lejos de estar ante el mero problema de una incapacidad de fondo que presenta el perennialismo para una relación con Dios, que sin embargo reclama, el problema se comunica a sus posibilidades de aplicación, como el caso de la metapolítica entendida al modo tradicionalista.

Tal como hemos apuntado en nuestro post ‘Notas en torno a Atenas, Jerusalén … y la Meca’, la magnitud del descalabro contemporáneo halla en principio un modo de ser salvado en el genuino reencuentro no ya entre la filosofía y teología, sino entre ambos saberes con la Gnosis, procediéndose en el camino desde el punto de partida del sometimiento a la Revelación Divina.

Mientras el hombre no regrese a Dios, glorificado y exaltado sea, de modo verdadero y comprometido, no hay ‘meta’ que pueda servirle para desenredar el enredo contemporáneo.

Lo cual abre otra pregunta, por supuesto: ¿y cómo se conecta uno con Dios? ¿Cómo sigue uno la Voluntad de Dios?

Ah, pero ésa … es otra historia.


NOTAS

(1) Obsérvese, sin embargo, los planteamientos que el filósofo hermeneuta peruano Víctor Samuel Rivera plantea a propósito de Wittgenstein y el pensamiento político, en Wittgenstein y la racionalidad práctica.

(Fonte:http://reflexioneshaqqanis.wordpress.com/category/tradicionalismo/)

18/07/09

"Complottismo", "anticomplottismo" e uso dell’ombrello

Continuiamo in controtendenza a proporre alcune riflessioni che speriamo possano servire ad aumentare il grado di consapevolezza e la coscienza critica dei nostri amici "complottisti". Non che noi si voglia dissuaderli dalle loro maniacali e cattive abitudini (accidenti, tutta colpa di Internet!), ma solo invitarli ad una valutazione meno ingenua e possibilmente più obiettiva della storia e dei fatti. Giacché alimentare confusioni ed equivoci, come sovente capita di fare a numerosi "complottisti", significa in definitiva fare il gioco proprio della parte che si vorrebbe avversare. Occorrerebbero più studio, più intelligenza, più discernimento. Nell'attesa di questo salto qualitativo, proponiamo anche stavolta un arguto intervento di carattere sociologico (ma di alta sociologia) dello stimato Carlo Gambescia. Ce n'è per tutti, anche per gli "anticomplottisti". Buona lettura!

E’ possibile prevedere le azioni sociali? Sì e no. E spieghiamo perché.

Ad esempio, un’azione sociale come quella di aprire l’ombrello in caso di pioggia è sempre possibile, ma non probabile. Ma procediamo per gradi.
In una società, dove solo 5 individui su 10 possono permettersi di acquistare un ombrello, resta certo possibile tutti lo aprano, mentre in realtà è poco probabile che lo aprano tutti (per non parlare della contemporaneità dell’apertura dell’ombrello…). Probabilmente lo apriranno 5 su 10. Ma è altrettanto probabile che tra quei 5, 1 lo abbia dimenticato a casa, 1 venduto per ragioni di bisogno, 1 in riparazione. Il che significa che a fronte della possibilità che tutti in caso di pioggia aprano l'ombrello, resta la probabilità che lo aprano solo 2 su 10… Ma anche questo non è del tutto probabile. Per quale ragione?
Perché i dati di cui sopra, possono mutare in relazione alla crescita o meno della diffusione degli ombrelli, legata non solo alle condizioni economiche (il poter permettersi o meno un ombrello), ma anche alle condizioni climatiche (continuità o meno del regime delle piogge), alle condizioni culturali (veti o meno all’uso dell'ombrello). E queste sono soltanto alcune delle numerose, se non addirittura infinite, variabili da applicare a una elaborazione di tipo statistico, circa il probabile verificarsi, di una azione sociale ritenuta possibile .
Certo possono essere utilizzati dei coefficienti capaci di calcolare le eventuali distorsioni… Ma il punto è che anche facendo così, si resta sempre nel campo del probabilistico.
E ci siamo riferiti solo all’aspetto esteriore, oggettivo, quello che riguarda l’osservatore, colui che formula la previsione.
Quanto a quello interiore, soggettivo, dell’attore in situazione, resta difficilissimo risalire alle ragioni individuali: cosa i singoli abbiano esattamente in testa, circa l’uso o meno dell’ombrello. Perché è vero che una parte della psiche umana è regolata socialmente, ma un’altra no. O comunque si tratta di una sfera che resta regolata, per contrasto, dalle relazioni e reazioni individuali (caratteriali e temperamentali) alle regole sociali. Ad esempio si può accettare o rifiutare l’ uso dell’ombrello in termini utilitaristici (difendersi dalla pioggia), per ragioni individuali non utilitaristiche: paura, imitazione, convincimento, consuetudine, decoro, eccetera.
Ora, se è così difficile, dal punto della previsione statistica dell’azione sociale, prevedere l’esatta percentuale di persone che in caso di pioggia aprirà l’ombrello (per non parlare della predizione tipo: martedì 16 luglio alle ore 14.00 pioverà, e alle ore 14.01, Mario Rossi, di Roma, abitante, eccetera, aprirà l’ombrello), figurarsi il prevedere, come, quando e perché, un ridottissimo gruppo di signori incappucciati, si riunirà, per decidere i destini del mondo. O addirittura predirne i comportamenti (nomi cognomi, data e luogo della riunione, eccetera)
Attenzione, abbiamo data per scontata l’esistenza di un gruppo di signori incappucciati. Cosa che non è perché il “complottismo” rinvia a un giudizio di valore sul mondo o se si preferisce a una visione, sempre “mirata” della storia umana. Ovviamente la stessa cosa può valere per l’”anticomplottismo”. Dal momento che dal punto di vista della teoria dell’azione sociale e della sua previsione, in tutti e due i casi è in gioco un determinante fattore soggettivo.
Il che significa che lo studioso serio - se non vuole essere retrocesso al rango inferiore dell'ideologo - deve sempre assumere una posizione oggettiva, al di sopra delle parti. E pertanto considerare la posizione “complottista” come quella “anticomplottista” per ciò che sono: due forme di manipolazione ideologica della storia.
Dal momento che la storia non esiste di per sé, ma è sempre una elaborazione culturale legata all’interpretazione ideologica degli eventi. Stesso discorso per la politica attiva, che non è altro che una interpretazione “storica”, a uso ideologico, della contemporaneità.
Esistono però “regolarità” psicosociali con effetti di ricaduta in ambito sociologico, che ci permettono di andare oltre il puro uso ideologico della storia. E una di queste regolarità, o costanti, è quella che Pareto, chiamava “istinto delle combinazioni”: il voler spiegare i fatti associandoli a derivazioni (ideologie giustificative). E dunque di "razionalizzarli" a scopo ideologico.
Le ideologie (come contenuti) passano mentre le manipolazioni culturali della storia (come forma) permangono. E la sociologia deve occuparsi di ciò che permane in senso trans-storico, e dunque principalmente della “forma”, o altrimenti detto: della manipolazione culturale, in quanto tale ("complottista" e "anticomplottista"), come costante o "regolarità" trans-storica e sociologica.
Si spera di aver spiegato con sufficiente chiarezza quanto sia difficile, a partire dall’uso dell’ombrello, prevedere - per non parlare del predire… - in modo corretto i “fatti sociali”.
Perciò cari lettori, un piccolo consiglio, diffidate dei complottisti come degli anticomplottisti. Soprattutto di quelli a buon mercato.

(Fonte: http://carlogambesciametapolitics.blogspot.com/)

15/07/09

La creazione intellettuale: quelle ricette angeliche ispirate a René Guénon

Luc Benoist (1893 – 1980) fu esperto d'arte e direttore nel dopoguerra di una collana di studi tradizionali per Gallimard, oltre che saggista, drammaturgo e poeta. Lavorò in diversi musei francesi e nel 1930 uscì un suo affascinante saggio: La cucina degli angeli . Il libro seguiva di qualche anno l'avvicinamento a René Guénon. Ora è finalmente disponibile in italiano, con una lettera prefazione scritta da Gabriel Marcel e una nota del traduttore Francesco Maria Fonte Basso. (www.casadeilibri.com).

Gli altri libri di Luc Benoist:

  • Adolescentines, Paris, A. Bessire, 1921.

  • Les Tissus, la tapisserie, les tapis, Paris, Rieder, 1926.

  • La Sculpture romantique, Paris, La Renaissance du Livre, 1928, .

  • Coysevox, Paris, Plon, « Les Maîtres de l'art », 1930.

  • Siméon, lettre-préface par Jean-Jacques Brousson, portrait par Laure Albin-Guillot, Paris, H. Babou, 1930.

  • Notre-Dame de l'Épine, ouvrage illustré de 38 gravures et 1 plan, Evreux, Paris, Henri Laurens, 1933.

  • (coll.), Les Peintres de fêtes galantes. Le portrait et le paysage: Lancret, Pater, Boucher, Nattier, La Tour, Perronneau, Greuze, Vernet, Hubert Robert, Moreau l'aîné, avec des textes de Luc Benoist, Louis Réau, Henri Puvis de Chavannes, Robert Rey, Paris, A. Skira, 1938.

  • Art du monde, la spiritualité du métier, Paris, Gallimard, 1941.

  • Michel-Ange, Paris, Éditions de Cluny, 1941.

  • Versailles et la monarchie, Paris, Editions de Cluny, 1947.

  • La Sculpture en Europe, avec 116 dessins de Jean Bartlett, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1949.

  • Musées et muséologie, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1960.

  • L'Ésotérisme, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1963.

  • Le Compagnonnage et les métiers, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1966.

  • Histoire de la peinture, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1970.

  • Signes, symboles et mythes, Paris, Presses universitaires de France, « Que sais-je? », 1975.

  • Visages et paysages de Luce Gabourg, Nantes, S. Chiffoleau, 1978.

  • Le Château des ducs de Bretagne et ses collections, Nantes, Chiffoleau, 1979.

11/07/09

La Scienza della Bilancia

Il brano che segue è la bandella editoriale de “La scienza della Bilancia” di H. Corbin, Ed. SE, 2009.

«Ci è stato detto che la condizione degli umani, lungo la loro esistenza in questo mondo terreno, è quella del sonno. Nel corso di tale sonno potranno essi percepire il senso, comprendere le parabole di cui i versetti coranici ci dicono che solo i Saggi comprendono? Ma chi sono dunque i Saggi? I Saggi sono coloro che in tre meravigliosi capitoli Ibn ‘Arabī ci descrive come i “cavalieri” o i “cavalieri dell’Invisibile”; è grazie a essi che in questo mondo terreno può esistere una “scienza delle corrispondenze”. […]
Ta‘bīr al-ru’ya è l’interpretazione delle visioni, dei sogni, ed è una delle applicazioni per eccellenza della “scienza della Bilancia”. Essa permette di compiere il passaggio dalle forme percepite nella visione al significato segreto della loro apparizione. Le nostre visioni in sogno nel mondo della Notte, come quelle che percepiamo in ciò che chiamiamo il mondo del Giorno, necessitano del medesimo passaggio, affinché noi possiamo percepirne il significato segreto. La ragione di questo è che sia le une che le altre sono motivate da un’intenzione segreta propria a un altro mondo e da esso proveniente. Ecco perché il mondo del nostro presente, della Notte come del Giorno, è un ponte che si tratta di oltrepassare. Un ponte è un luogo di transito; non ci si ferma, né si prende dimora su un ponte. Lo si varca, e occorre varcarlo per comprendere il significato segreto, la “corrispondenza” invisibile di quel che è trasceso e lasciato da questa parte. Tale è il compito degli interpreti, degli ermeneuti del senso esoterico, promossi al rango di “cavalieri dell’Invisibile”».

10/07/09

Dalle Ande nuove presunte "mappe litiche"


Dal Cile l'amico Sergio Fritz Roa ci comunica il ritrovamento nella zona di Aconcagua di una nuova possibile “mappa litica del Sudamerica” risalente a centinaia o forse a migliaia di anni fa. Che si tratti davvero di una “mappa” è naturalmente solo un'ipotesi di lavoro da prendere col beneficio del dubbio, ma il fatto che il medesimo disegno (o analogo) si ripeta in pietre diverse e per di più ritrovate nella medesima zona, fa pensare che non possa trattarsi di una semplice causalità. Aspettiamo comunque che studi e ricerche tuttora in corso ci forniscano qualche risposta più precisa.

http://geografiasacra.blogspot.com/2009/02/representacion-de-america-en-mapas.html

D'Annunzio del libro mancato


Nel 1973 Donatello D’Orazio, ormai quasi ottantenne, rimase così affascinato dalla notizia che D’Annunzio aveva avuto intenzione di scrivere una Vita di Gesù che si documentò ampiamente sull’argomento. Fu così che, tra il dicembre 1974 e il gennaio 1975, elaborò il presente saggio nel quale si prefisse, come precipuo obiettivo, di rispondere a due domande: come nacque in D’Annunzio l’idea di scrivere il libro e perché poi non lo fece.
Pertanto, in questo delicato lavoro, dapprima esegue un'attenta e precisa disamina sulle situazioni che interferirono sulla genesi dell’opera e poi esprime il suo giudizio. Ne risulta un saggio condotto magistralmente sia dal lato esegetico sia da quello psicologico, e, in ultima analisi, notiamo un’interpretazione tutta personale sulle motivazioni che indussero D’Annunzio ad abbandonare la stesura del libro.

Donatello D'Orazio, D'ANNUNZIO DEL LIBRO MANCATO, Presentazione di Franco Di Tizio, Edizioni Solfanelli, Pagg. 96 - € 8,00

04/07/09

Quel Barack è un Anticristo!

Per incalzare i nostri amici "complottisti" e invitarli a una più attenta e seria valutazione della storia, proponiamo un valido e interessante articolo di Andrea Romano apparso sul Domenicale del Sole 24 Ore del 21 giugno scorso. In Italia i complottisti più quotati come Giulietto Chiesa e Maurizio Blondet arrancano e fanno sempre più fatica a documentare le loro azzardate affermazioni, mentre i loro più o meno numerosi seguaci e cattivi imitatori sono impegnati in uno sfiancante lavoro di "copia e incolla", al solito senza nessuna verifica delle fonti. Ombre di stupidtà, di ignoranza grassa e di infinita ingenuità. E a chi dovrebbe giovare tutto questo? Ai complottisti intelligenti e critici (se ce ne sono) l'ovvia risposta.

In una celebre lezione all’Università di Oxford del novembre 1963, trasformata l’anno dopo in un saggio per Harper’s Magazine, Richard Hofstadter formulò una definizione del complottismo come “stile paranoico” destinata a fare scuola. “Lo stile paranoico – era una delle conclusioni dello storico statunitense – si diffonde laddove si contrappongono due interessi che siano, o sentano di essere, totalmente inconciliabili e dunque estranei ai normali procedimenti politici di contrattazione e compromesso. Peggio ancora accade quando i rappresentanti di un particolare interesse sociale sono estromessi dal processo politico”.
Hofstadter guardava naturalmente alla stagione vissuta in quel periodo dagli USA, tra i postumi del maccartismo e le atmosfere legate alla candidatura dell’ultraconservatore Barry Goldwater alle elezioni presidenziali del 1964, ma quella sua raffigurazione dello stile paranoico non ha mai perso di attualità. Soprattutto nel suo essere sintomo di crisi politica, o meglio di crisi da immobilismo e da perdita della capacità di una o più parti politiche di esercitare la propria funzione di rappresentanza.
È difficile evitare di ripensare a Hofstadter in queste settimane. Non solo guardando alla risorgenza di complottismi di vario colore nella più recente cronaca politica italiana, ma anche per quanto va accadendo ad altre latitudini. Laddove il ricorso alle teorie cospiratorie riprende vigore all’interno di tradizioni politiche reduci da traumatiche sconfitte e ancora incapaci di rinnovare la propria missione e il proprio modo di essere forza nazionale.
Il caso statunitense è di gran lunga il più interessante, come accade ogni volta che si esplori lo spazio delle fantasie cospirative. I primi mesi dell’amministrazione Obama hanno visto risorgere nell’area ancora stordita della destra repubblicana alcune delle costruzioni complottistiche già diffuse prima delle elezioni, con l’aggiunta di numerose nuove comparse.
La teoria più rilevante è una sorta di “classico recente” del genere: il presidente degli Stati Uniti non sarebbe nato a Honolulu nelle Hawaii, e dunque in territorio statunitense, ma in Kenya o persino in Indonesia. Barack Obama non sarebbe dunque un “natural born American citizen” ma un ex suddito di Sua Maestà (essendo il Kenya del 1961 ancora una colonia britannica) e non godrebbe del diritto costituzionale a candidarsi per la Casa Bianca. Il cosiddetto “birther movement” pretende la divulgazione del certificato di nascita originale di Obama, che in realtà è già stato pubblicato ben prima del voto di novembre in una sezione speciale del sito ufficiale obamiano. Ma ovviamente quel documento viene considerato contraffatto, perché “un agente dell’FBI ha saputo da un compagno di bevute ben introdotto nell’Amministrazione – si legge in uno dei siti del “movimento del certificato” – che ben prima del giuramento il falso era stato preparato su una stampante Heidelberg del 1960 conservata in un museo di Toronto, controllato da una banca d’affari canadese con forti interessi negli USA, utilizzando carta e inchiostro dei primi anni Sessanta”. Nel frattempo il bizzarro ma insidioso movimento si allarga, contando sull’appoggio del presentatore televisivo ultraconservatore Rush Limbaugh e diffondendosi in numerosi stati attraverso gruppi di militanti organizzati.
Più pittoresche, ma non meno diffuse nell’ambiente della destra radicale, sono altre fantasie recenti che la rivista on-line Salon si è incaricata di catalogare nel dettaglio. Di ambito tecnologico quella che descrive Barack Obama incapace di intervenire in pubblico senza il cosiddetto “gobbo”, dove i collaboratori fanno scorrere testi già preparati e di cui il presidente non sarebbe mai a conoscenza. Di sapore classicamente millenaristico, anche se prevedibile, quella secondo la quale Obama sarebbe l’Anticristo: perché “Io vedevo Satana cadere dal cielo come folgore”, dice Gesù in Luca 10:18, e “baraq o bama” in ebraico significherebbe “fulmine dall’alto”, ma anche e più banalmente perché il giorno dopo la sua elezione alla Casa Bianca alla lotteria dell’Illinois uscì come combinazione vincente il satanissimo 6-6-6. Di senso etnico e geopolitico la credenza secondo la quale Obama avrebbe firmato una disposizione segreta in base alla quale saranno autorizzati a trasferirsi permanentemente negli Stati Uniti alcune centinaia di migliaia di palestinesi, tra cui è inevitabile che vi sia un buon numero di bombaroli fondamentalisti.
Forse diretta a spaventare i genitori di adolescenti in agitazione ormonale è la fantasia secondo cui Obama avrebbe finanziato con fondi federali un avveniristico treno monorotaia in grado di collegare direttamente Disneyland ai bordelli del Nevada. E chissà che non ricavi nuovo alimento dall’eccessiva cautela con cui la Casa Bianca sta seguendo i tumulti in Iran la storia secondo cui Barack, in qualità di musulmano occulto, avrebbe intenzione di permettere al regime di Teheran di dotarsi dell’arma nucleare così da poter distruggere Israele. “Perché dobbiamo ricordare a tutti – si legge sul sito radicale repubblicano Repubx.com – che Obama è un agente dell’Islam radicale e vuole che l’Iran possa contare sulla bomba atomica. Naturalmente non lo ammetterà mai e continuerà a dire tutto il contrario, ma sappiamo che i musulmani sono autorizzati a mentire per la causa dell’Islam”.
Sarebbe facile consolarsi con lo spirito credulone dei “soliti americani”, capaci delle più clamorose ingenuità. Quel che è vero è che negli Stati Uniti il complottismo sta forse tornando a casa, recuperando forza e credibilità in quegli ambienti conservatori dove Hofstadter aveva collocato lo “stile paranoico”, dopo che nel nostro ultimo decennio è stata soprattutto la sinistra radicale a farne uso in chiave anti-Bush. Si confermerebbe così l’associazione tra il ricorso al complottismo come risorsa di mobilitazione e la crisi della funzione di rappresentanza e innovazione di una parte politica, che nel caso della destra americana è ormai conclamata. Ma è ancor più vero che l’Europa è tutt’altro che immune dal fenomeno, se guardiamo anche solo in Francia e Gran Bretagna.
Nel primo caso lo stordimento di una sinistra sempre più tramortita dal sarkozismo spiega molto del recente e clamoroso successo di “L’insurrection qui vient”, pamphlet anonimo che a firma di un “Comité invisible” annunciava il lavorìo insurrezionale di una setta di giustizieri anticapitalisti ormai prossimi alla presa del potere. Nel caso britannico, poi, lo scandalo dei rimborsi parlamentari e i colpi che tutta la politica britannica ne ha ricevuto hanno provocato una piccola epidemia di “stile paranoico” in un paese che ne è tradizionalmente immune, tra cui molte voci sull’affiliazione massonica di David Cameron e su una sua regia nella rivelazione al Daily Telegraph delle note spese dei parlamentari. Tanto da indurre un commentatore radicale e atipico come Nick Cohen a scrivere sulle colonne di Standpoint che “con il collasso dell’autorevolezza dei politici britannici la domanda “Cui prodest?” è sempre la primissima reazione alla notizia di un disastro inatteso o alla morte improvvisa di una qualsiasi figura pubblica”. Rimarrebbe da dire della resurrezione del complottismo in Italia. Ma in fondo cosa c’entra la politica del nostro paese con “lo stile paranoico”?

(Fonte: www.andrearomano.ilcannocchiale.it)